El que quiera escribir algo, que lo escriba. El que quiera publicar algo, que lo reescriba.

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lunes, 16 de julio de 2007





  Este libro salió a la venta en junio de 1993

Prólogo: Pedro Miguel Lamet (S. J. Escritor y periodista)

Si un gran número de aquellos niños de la posguerra española, vivieron con las consecuencias de una educación autoritaria y represiva por parte de los colegios, la iglesia y la sociedad en general, que fomentó el temor y redujo considerablemente la libertad impregnando las mentes infantiles de valores eternos de guerra y religión, esos mismos efectos se multiplicaron en otros niños que la soportaron bajo el peso de una enfermedad, internados en instituciones sanitarias.Yo acuso y perdono da un testimonio sobrecogedor de un trozo de vida que fue la realidad cotidiana, en uno de esos centros, en la ciudad de Málaga.

Es una novela sobre la inseguridad y soledad de una niña enferma, frente al pánico y desamparo de una educación increíble; donde la autora-protagonista nos narra cómo consiguió hacer una trasmutación interna de su angustia y desesperanza en un canto y alabanza de la vida como valor supremo. Y aquí es donde radica la base primordial de este libro, en ese paso mágico de ternura inmensa que anula y perdona los errores del ayer.
Editorial Betania




La presentación tuvo lugar en el Ateneo de Madrid el día 7 septiembre de 1993



El primer impulso que me llevó a escribir éste libro, fue el de un grito de denuncia a un pasado en el que una educación represiva, cruel, e inflexible, nos marcó a muchos de aquellos niños enfermos que durante años permanecimos internados en instituciones sanitarias soportando una agresividad, tanto física como psíquica, que nos traumatizó dejándonos unas secuelas que arrastraríamos en el futuro.
Porque carecimos de cariño, de juegos, de contento. No hicieron el mínimo gesto por hacernos sentir queridos, comprendidos, amparados; al contrario, se esforzaron en promover el temor y el miedo con sus palabras de amenazas, con sus actuaciones… Cuántas veces fue ignorada nuestra dignidad, nuestra condición de niños impedidos… Cuántas vece se nos humilló, se nos oprimió, se nos trató de manera muy poco saludable y normal, con lo cual, fue imposible alcanzar un pleno y armonioso desarrollo de nuestra personalidad infantil.

Hoy, después de tantos años, después de tantas experiencias acumuladas y de haber ido conquistando palmo a palmo la armonía dentro de mí, no quiero que éste grito de denuncia a ese pasado quede sólo como una mera acusación hacia unas personas que, en realidad, sólo nadaban dejándose arrastrar por la corriente de oscurantismo que existía. Y aunque ya hoy día en nuestro país se ha dado un paso gigantesco en éste sentido, me gustaría que mi voz pudiera ser oída en muchos lugares del mundo en el que por varias razones aún se sigue descargando en los niños agresividad de guerra y muerte, o de incomprensión a sus limitaciones físicas o psíquicas que destruyen sus libertades y ahogan sus alegrías e ilusiones.

Y ese sería el reclamo de unos derechos del pasado, que por lo menos, si muchos tuvimos que sufrir sus consecuencias, que esos mismos errores pudieran servir ahora y en el futuro, para que no se repitan; para que actuemos siempre con amor y justicia, dejando a los niños con su frescura natural, con su sonrisa e ilusión, asomarse con sus miradas limpias a la ventana de la vida.

Maite García Romero


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