El que quiera escribir algo, que lo escriba. El que quiera publicar algo, que lo reescriba.

Preocúpate de empezar la obra, que la obra ya se ocupará de crecer.

martes, 17 de julio de 2007




En el Certamen Literario convocado por el Ayuntamiento de Benalmádena para el Día Internacional de la Mujer del año 2000, se me concedió el primer premio al relato: Nosotras que hemos luchado tanto, incluído en Historias de Mujer.




 Este libro salió a la venta en junio de 1998


Cuando Germán, incapaz de afrontar el abandono de su mujer y la enfermedad irreversible que le invade, decide poner fin a su vida en una solitaria playa, queda sorprendido al descubrir a una hermosa y enigmática mujer, que le hace entrega de un manuscrito antes de desaparecer entre la bruma marina. Sobrecogido, descubre que es el testimonio de Patricia, una médico que muere de forma violenta en un aparcamiento del Madrid burgués, y que narra las experiencias que tuvo de su paso por la Tierra, y, especialmente, los asombrosos descubrimientos que hizo después de abandonarla, cuando comprobó que no había terminado en la tumba como esperaba.

Una obra tan fascinante como conmovedora, en la que la autora lleva al lector a reflexionar sobre el sentido de la vida, y nuestra actitud para tomar conciencia de la muerte sin sufrimiento ni angustia.

                          Editorial Huerga y Fierro Editorial



 


Presentación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

Recuerdo que cuando acabé el libro anterior a éste, sentí una imperiosa necesidad de continuar escribiendo, de volver a caminar por los laberintos de la imaginación para comenzar a crear una nueva historia. El hecho de sentarme a escribir me produce una satisfacción que en cierto modo se asemeja al sentimiento que he experimentado con cada embarazo. Es sentir como la primera idea implantada en la mente, es ya una nueva vida dentro de ella que se va gestando día tras día, que va adquiriendo peso, sentimientos. Al término, te quedas mirando el manuscrito y piensas que verdaderamente acabas de parir a un hijo. Un hijo menor que fue engendrado en la mente pero que es algo tan tuyo y tan arraigado a ti, que lleva parte de tu personalidad.
Y como todo embarazo, no suele producirse cuando una quiere sino cuando tiene que llegar. Y así me vi, que por más que lo intentaba las ideas se atropellaban en mi cabeza y no acababa nunca de definirse el argumento que debía componer ese futuro libro.
Aquella mañana en la que me desperté impresionada por un sueño que tuve, recuerdo que era sábado. Durante unos segundos, un poco aturdida, me quedé mirando la luz que se filtraba a través de la persiana. Aquel sueño me había resultado tan real que me impresionó hondamente. El reloj marcaba las 7,15 h, cuando más consciente ya de la realidad me levanté y rápidamente escribí el resumen de aquel sueño antes de que pasara al olvido. ¡Fantástico –exclamé– este será el tema de mi próxima novela. Lo curioso es que ese tema era el más opuesto de los que yo había barajado, el que jamás se me hubiese pasado por la imaginación, sin embargo, sin apenas ordenar mis ideas sentía ya la imperiosa necesidad de comenzarla. Era como si alguien me dijera: “toma, ahí está contenido lo que debes escribir”.
En varias ocasiones estuve tentada a abandonar esta narración, pero cuando decidía dejarlo las ideas comenzaban a surgir de nuevo tan claras y sencillas, que volvía a continuar con más entusiasmo.
Patricia, la protagonista de esta historia, es una mujer de nuestro tiempo. Médico de profesión, empeñada siempre en destacar tanto en el ámbito profesional como en el personal. Rígida consigo misma y con los demás, le preocupa dar siempre una imagen moral intachable. Con los pies firmemente arraigado a la tierra, jamás se plantea la existencia de Dios, del alma o de una vida más allá de la muerte, porque para ella la ciencia es su dios, el cuerpo su ser al que se aferra con fuerza, la vida presente la única, y en consecuencia, según ella, todo acaba en la tumba.
La muerte en el hospital la vive como una derrota profesional, no entiende su sentido. Evita pensar en ella porque le aterra, e incluso le parece creer que es algo que sólo les ocurre a los demás, pero que nunca le va a llegar.
¿Y no es precisamente este sentimiento de temor que tiene Patricia común en mí también? Me pregunté una vez mientras escribía. Lógicamente yo sabía, que más tarde o más pronto tengo que abandonar este mundo, pero esto era algo que estaba superficialmente en mí como teoría. Tuve que sufrir un accidente de tráfico y verme cerca de ese momento, para experimentar en la práctica una pequeñísima parte de ese instante tan trascendental. Y a partir de entonces, supe que había tenido la gran oportunidad de percibir una dimensión tan extraordinariamente nueva que cambió de una forma muy positiva mi vida.
Lo curioso es que no hay nada en este mundo de lo que podamos estar tan seguros, como de que un día lo habremos de abandonar, y sin embargo, que pocas veces analizamos en profundidad este acontecimiento. El tema de la muerte nos produce tal angustia, que nos arruina la alegría de vivir. La muerte es siempre un aguafiesta que estropea todo sentimiento de placer. Nadie sabemos como tratarla, y como no sabemos, la mayoría adoptamos la técnica del avestruz.
Por supuesto que la cuestión de afrontarla serenamente es difícil, ya lo creo que sí; nos resulta oscura de entender, nos asusta su desconocimiento.
¿Qué es la muerte? –nos preguntamos– ¿Adónde vamos? ¿Por qué? ¿Para qué? Para unos será el sentido de la existencia y para otros, el sinsentido. Para unos el encuentro con Dios y para otros, el encuentro con el vacío infinito; para otros tantos una solución a sus vidas, para otros, un rebelarse a ella.
La soledad que hoy día está hiriendo a tanta gente, pienso que nace de un profundo vacío espiritual. Pocas veces disfrutamos de ese silencio íntimo con nosotros mismos. Pasamos la mayor parte de nuestra vida rodeados de inseguridades y frustraciones intentando sobrevivir en un mundo en el que el éxito es medido en términos materiales. Cómo organizar, cómo trabajar, cómo poseer cada vez más, cómo amar,.. ¡Cómo ser feliz!...
La habilidad para saber vivir feliz, es siempre un proceso interno de búsqueda y aprendizaje. El gran filósofo Carl G. Jung dijo: “Lo que acontece después de la muerte es tan inenarrablemente hermoso, que ni nuestra imaginación ni nuestros sentimientos alcanzan a vislumbrar un concepto siquiera aproximado”. Efectivamente, creo que si tuviésemos un atisbo siquiera de lo que significa lo que nosotros llamamos muerte, seguro que adoptaríamos una aptitud distinta frente a la vida, mucho más humana, más pacífica, y en definitiva, mucho más feliz.
                                                              Maite García Romero


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