El que quiera escribir algo, que lo escriba. El que quiera publicar algo, que lo reescriba.

Preocúpate de empezar la obra, que la obra ya se ocupará de crecer.

jueves, 21 de agosto de 2008

 Abril de 1948. Irene, a sus seis años, es ingresada en un sanatorio antituberculoso de la ciudad de Málaga, en el que deberá permanecer durante cuatro años. En ese mundo luctuoso en el que está inmersa, la niña nos narra, con esa frescura infantil exenta de toda afectación, su particular epopeya cotidiana en la que la risa y el llanto van íntimamente ligados. A su alta hospitalaria se verá enfrentada a dos entornos familiares antagónicos: por una parte, el gélido clasismo de sus tíos, miembros destacados de la alta sociedad. Por la otra, la desesperada lucha de sus padres por subsistir

Ora pro nobis es una puerta abierta a un mundo sobrecogedor de hechos inenarrables, que atrapa desde el primer instante. En ésta novela, Maite García Romero, con un dominio creciente de las dotes narrativas y del análisis psicológico, se oculta tras una cortina de invisibilidad para permitir que la niña, y posteriormente la adolescente, sumerjan al lector en esa atmósfera opresiva de intolerancia y pundonor de la que difícilmente saldrá ilesa.
Año de publicación: abril 2008

                                                       .Editorial Huerga y Fierro Editores
















Ora pro nobis fue presentado por el Ayuntamiento de Málaga, el día 16 de mayo de 2008, en los salones del Hotel Málaga Palacio.


jueves, 17 de julio de 2008


Cuando comencé a escribir Ora pro nobis, me posicioné como autora intentando describir, opinar, juzgar y sacar conclusiones, con la mayor riqueza de vocabulario y fluidez narrativa, propia de un estilo literario idóneo. No tenía en cuenta que en esa trama que yo había elaborado se hallaba Irene, la niña protagonista, intentando abrirse paso entre el laberinto de mis pensamientos.
Rompí más de cien folios escritos; tomé a Irene de la mano, la coloqué delante de mí y le permití que hablara. Le permití que llorase, que se enfadara, que riese a carcajadas, en definitiva, que expresara sus sentimientos como le diera la gana. Yo, simplemente, me dediqué a observarla, a percibirla. Y así, de esta manera, Irene consigue, con ese tono fresco y natural lleno de color y afecto, meterse dentro de nosotros y hacernos ver que vivir puede ser una aventura apasionante, aunque no sea cosa fácil tocar el cielo.
Ora pro nobis es una novela en la que propiamente el diálogo es acción y la acción es diálogo, la tristeza es alegría y la alegría es tristeza, donde reír y llorar es lo mismo.
El sistema dialogal que he adoptado en este libro, nos da una idea concreta de los caracteres de cada personaje. Estos se componen, o imitan más fácilmente, por decirlo de alguna manera, a las personas cuando con su propia palabra manifiestan sus sentimientos dándonos la magnitud, más o menos profunda, de sus acciones. La palabra del autor, narrando y describiendo, no tiene, en término generales, tanta eficacia, ni da tan directamente la impresión de la verdad espiritual de los personajes, como con la virtud misteriosa del diálogo que es como vivir la aventura o el suceso en vivo y en directo.
La historia se desenvuelve en su primera parte, entre un ritmo apacible y divertido, amenizado por el candor y la ingenuidad de unos niños; como trepidante por el entorno riguroso y el sufrimiento que rodea la vida de estos mismos niños. En su segunda parte, Irene, llegada ya su adolescencia, nos sigue dejando el testimonio de una época y una sociedad, en la que unas personas que comparten un inalterable código de conducta, fuera del cual todo es un caos de mal gusto y vulgaridad, enturbian su natural desarrollo como mujer. Efectivamente, tanta respetabilidad y compostura, tanta costumbre fosilizada en prejuicios y ritos inconmovibles, donde todo se dice a media voz y cualquier temblor emocional, así como la cultura e incluso el sentido del humor se reprime a toda costa, consigue que su vida sea una incertidumbre, que esté siempre en eterna y terrible duda, que esté palpando en lo fatuo, y tropezando en la realidad.
Irene, solamente quiere vivir. Ser como cualquier chica de su edad; estudiar, reír, amar, soñar, imaginar… Quiere sentirse contenta, libre, pero no halla el camino adecuado para ello, por eso elige refugiarse en los sueños más dulces, en las ideas más bellas.
En términos generales, puedo decir, que he disfrutado escribiendo esta novela. Y el caso es que la he trabajado mucho; me he documentado exhaustivamente, y le he hecho por último una trilla (como se dice en el mundo literario) que casi me la cargo. Pero es curioso, mientras la escribía, en cierto modo, me aparté de tantas dosis diarias de guerras, homicidios, cotilleos, estupideces; y me escuché a mí misma; y me impacienté cuando las musas se retrasaban, y me emocioné con cada niño carente de amor y salud que pululaba en mi imaginación… Jugué y reí con ellos; me sentí cómplice del primer amor de una adolescente, cercana a unos seres que poseían la sorprendente grandeza, de saber disfrutar de todo sin tener nada. Y ahí está el quid de esta novela: en esa búsqueda que hacemos de la supervivencia y la dignidad humana, que siempre ha sido y será, la principal fuerza que mueve la tierra.

Maite García Romero


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